
La Policía Nacional celebra haber llegado a los dos siglos de historia, una conmemoración institucional que se ve empañada por una reivindicación que lleva demasiado tiempo sin respuesta: la equiparación salarial con otros cuerpos de seguridad del Estado.
Desde hace décadas, los agentes de la Policía Nacional denuncian una desigualdad persistente en sus condiciones económicas respecto a otros cuerpos como agentes de Policía Local o policías autonómicas. A pesar de compartir funciones similares —protección ciudadana, lucha contra el crimen, seguridad en eventos públicos, entre otras—, los sueldos base, complementos y beneficios sociales presentan diferencias notables.
En comunidades como Cataluña o el País Vasco, los Mossos d’Esquadra y la Ertzaintza perciben salarios significativamente superiores, lo que ha generado un sentimiento de agravio comparativo entre los agentes nacionales destinados en esas mismas regiones.
Reivindicación histórica
Los sindicatos policiales llevan años reivindicando esta lucha en la calle, en el Congreso y diversos medios. Han exigido no solo una equiparación salarial justa, sino también una mejora en las condiciones laborales, medios materiales y reconocimiento institucional. En 2018 se firmó un acuerdo que prometía avances pero que se concluyó finalmente con un incremento salarial a modo de complemento que desaparece de forma automática al firmar la jubilación.
La falta de voluntad política, los cambios de gobierno y la dispersión competencial entre administraciones han convertido esta demanda en una especie de promesa perpetua: siempre presente, nunca cumplida.
Consecuencias del abandono
La desmotivación entre los agentes es palpable. Muchos optan por trasladarse a cuerpos autonómicos y hasta incluso por abandonar la carrera policial si encuentran una mejor puesto laboral en el área privada. Esto no solo afecta a la moral interna, sino también a la calidad del servicio que se presta a la ciudadanía en todo el territorio nacional.
Además, la falta de equiparación salarial puede interpretarse como una falta de reconocimiento al sacrificio diario de quienes se enfrentan a situaciones de riesgo, violencia y tensión social.
¿Y ahora qué?
El recuerdo del bicentenario de la Policía Nacional no solo debería quedarse en un parche pegado con velcro a su uniforme sino pasar a la historia por ser el momento en el que se cumplió con justicia sus reivindicaciones. La equiparación salarial no es un privilegio, es una cuestión de dignidad profesional. Si el Estado confía en sus agentes para proteger a la sociedad, debe demostrarlo también en su política retributiva.
La pregunta que queda en el aire es clara: ¿cuántos años más tendrán que pasar para que esta deuda histórica se salde?










